viernes, 30 de mayo de 2008

Taquile y el manejo del turismo








¿Cómo impacta en una comunidad más bien pequeña la llegada creciente de turistas? Hay varios caminos. Se puede dejar que las agencias de viajes, que rápidamente buscan coaptar el crecimiento de las visitas a ciertos destinos, monopolicen el campo e impongan sus condiciones. O se puede buscar manejar ese crecimiento del turismo desde la comunidad misma, a través de sus mecanismos usuales de gobierno.
El caso de la isla de Taquile, en Puno, Perú, es un caso interesante. Desde mediados de la década del ‘70 cada vez llegan más visitantes, hasta llegar a los 50 mil al año; apenas el 13% de ellos son peruanos. Obviamente, semejante mercado ha atraído muchos intereses. La comunidad de la isla ha intentado manejar el tema. Por ejemplo, han construido sus propios barcos y alojan a los turistas en sus casas. Pero las agencias de viajes buscan sacar su parte, y han negociado con nativos de la isla convenios que benefician sólo a algunos, pero que permiten repartir entre menos. Aún así, los habitantes de Taquile insisten en manejar el turismo, como se puede leer en este trabajo realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (en PDF). El caso puede contraponerse con otro muy cercano: el de las islas de los Uros. Allí las agencias de viajes han logrado imponer mucho más su peso, y el arribo a cada isla no es decidido por los turistas. Depende de los arreglos entre operadores y nativos. Como son mucho más cercanas a Puno y por lo tanto más visitadas, eso ha impulsado un enorme crecimiento de la oferta de artesanías, de la que viven la mayor parte de los que viven en estas islas artificiales. De todas maneras, y a pesar de que la misma comunidad de Taquile ha intentado manejar el turismo, ciertos habitantes han recibido más que otros, sobre todo quienes tienen casas mejor ubicadas o lanchas. De todas maneras, el resultado es mejor que si las agencias manejaran todo el mercado. Eso sí: el trabajo del PNUD tiene discutibles afirmaciones acerca de la posibilidad de que el incremento del turismo haga que los habitantes de la isla “pierdan su cultura”, como si ésta fuera independiente de los procesos sociales y económicos.